La primera vez que me lo dijo, reconozco que me enfadé. ¿Por qué iba yo a estar con otro hombre cuando lo que deseaba era hacerle feliz a él?. No lo entendía y la verdad, es que ahora lo comparto, lo comprendo, pero aún no lo entiendo, simplemente he aprendido a disfrutarlo.

La sociedad es extraña, porque te pasas toda la vida escuchando que debes ser fiel y cuando descubres a esa persona a la que amas incondicionalmente, descubres que quiere verte gozar en las manos de un desconocido.

Así podría resumir mi historia, pero creo que es más compleja y a la vez más excitante. Entras casi por obligación moral hacia tu pareja y luego descubres que hay un mundo diferente; te come la curiosidad y acabas por disfrutar de algo que parecía imposible solo unos meses atrás.

Toso empezó en una reunión de amigos. Uno de ellos estaba roto porque su pareja le había engañado y él lo había descubierto. Mi pareja estaba excitado, sus intervenciones en vez de castigar el comportamiento, hablaba de la moral impuesta, de que teníamos que aprender a disfrutar de comportamientos diferentes y que eso haría que la vida fuera más intensa.

Y en ese momento, en pleno enfrentamiento con una de las chicas que allí estábamos, le preguntaron qué pasaría si yo me fuese con otro. Su contestación no dejo lugar a dudas: “Ojalá lo haga y me lo restriegue por la cara”.

Yo no podía creerlo aunque muy en el fondo lo sabía. Empecé a darme cuenta de cosas que me habían pasado desapercibidas; a entender que ese “ponte guapa” cuando salíamos a la calle, que ese “que se note que no llevas ropa interior” no era para presumir de conquista. En realidad disfrutaba con la excitación de otros cuando me deseaban.

Creo que mi cara se puso más roja de lo que debería y la frase que dejé a medias, quizá la gente lo interpretó como decepción o qué se yo. Ahora es agua pasada y la verdad es que ni me importó demasiado ni me importa ahora nada.

En casa la discusión fue mayor, porque lo hablamos abiertamente. Porque confesó que realmente es una de esas perversiones con las que el disfruta y me nombró todas las películas en las que había escenas en las que un cornudo aparecía y lo que el sentía. Era REAL, era lo que él quería y con lo que estaba claro iba a disfrutar.

Yo esa noche lloré. Lloré delante de él y lloré donde no me veía. Sólo imaginarme con otro hombre me hacía sentir mal y pensar en no hacerlo después de la insistencia con la que me lo pedía también estaba mal. Indicaba que no iba a poder darle lo que él deseaba, que yo no era su pareja ideal y eso me asustaba.

Caí rendida esa noche y mis sueños fueron perturbadores: orgías, pollas gigantes penetrándome por todas partes. No podía parar de darle vueltas a un comportamiento que no entendía… pero al día siguiente decidí darle una lección. Sería una especie de PUTA y le haría ver lo que quería. Se daría cuenta que eso no le podía dar placer:

— Está bien — le dije — estoy dispuesta a mostrarte lo que crees que te gusta, y veremos si es cierto.

Pasé la tarde buscando qué era aquello de la conducta Cuckold; que era una Hotwife. Todo términos ingleses para describir lo que toda la vida en España había sido un cornudo, pero esta vez, era el deseo de serlo. El deseo de ser "corneado" y disfrutar con ello. Me dediqué a calentar mi mente; a leer relatos en www.unmundocasiperfecto.com para ponerme a mil y acabé disfrutando con sus historias pero el momento clave tenía que llegar.

Me puse un vestido de esos que sabes que llamarán la atención. Uno corto, con transparencias, uno que sólo él había visto, uno de esos con los que no te puedes agachar porque te desnudas y nos fuimos a un bar, a uno que rozaba lo clandestino.

Al entrar todo el mundo me miró. Había acertado con el vestido y el empezó a disfrutar. Lo que vivíamos era una fantasía que había planeado mil veces.

— ¿me dejas que te diga cómo va esto?

— Ahh!!, ¿resulta que tiene normas?

— Más o menos. Yo quiero vivirlo intensamente, sentir TODO, sentir cómo te desean, sentir cómo te miran…

— ¿Quieres verlo? ¿Quieres estar delante cuando un extraño me folle?

— Déjame que te lleve. Te haré disfrutar de ti esta noche como yo sueño. Sobra decir que no quiero que llegues más allá de lo que desees. Sólo te pido que mantengas la mente abierta. Estoy muy muy excitado con esto; en especial con que intentes comprenderme y me quieras hacer feliz incluso en contra de todo lo que piensas. Sé que es un esfuerzo muy grande el que estás haciendo y soy MUY FELIZ

Me desmontó. Es algo que siempre ha tenido, una sensibilidad diferente, un estar pendiente de mí, tratarme como una reina y ahora, me pedía su felicidad.

Miré su pantalón entre estos pensamientos y efectivamente vi su erección, era… brutal. Acerqué mi mano incrédula y le toqué, no podía creerme que fuera su sexo; que estuviese gozando tanto y me dejó sin palabras cuando sonrió al verse comprendido o complacido.

No pude hacer otra cosa que decirle que me contase qué deseaba, que no le prometía nada, pero que intentaría llegar más lejos y sin juzgarle.

Lo primero que hizo fue un repaso por todo el bar: hombre por hombre fuimos compartiendo como si fuera una conversación de dos niñas adolescentes. Los pros y los contra de cada uno de los posibles candidatos. Mis preferencias las escuchaba como si no las supiera y poco a poco fui sintiéndome más cómoda hablando de otros ante él. Descubriendo esa parte de mi compañero de vida que nunca había conocido. Esa parte que hacía que se excitase cuando yo le preguntaba “¿la tendrá grande?”

Pasamos bastante tiempo con ese juego, tanto que yo pensé que todo se quedaría en eso cuando me sorprendió al levantarse e ir a hablar con uno de los chicos que yo había puntuado alto. Era uno de los más jóvenes y de los que más habíamos fantaseado. Tenía ese aire de inocencia y era lo suficientemente guapo como para ser más experto de lo que presumía.

Cuando me miraron los dos creí que me moría. Me sentí expuesta por completo, hablaban seguramente de follarme y me sentí…. me sentí… EXCITADÍSIMA.

No era lo que quería sentir. Quería sentir vergüenza. Quería sentirme usada, o humillada, pero no. Por encima de todo, me excité. Me excité pensando que estaba excitando a un hombre mientras mi pareja le hablaba de mí…

No tardaron mucho en venir a la mesa y mi pareja insistió en que yo me pusiera entre los dos. Supongo que era algo que me esperaba y no me importó demasiado.

La conversación era extraña. El ambiente tenso y romper el hielo era complicado porque yo no me atrevía a hablar del tema. El chico estaba más lejos de su zona de confort aún que yo, porque no sabía si mirarme a mí o al que le había sentado a mi lado.

Aquí el papel principal lo tenía el único que por ahora estaba disfrutando. Hablaba de las maravillas de estar conmigo: Cómo era yo como amante, lo guapa que era, lo activa, mis juegos. Hablo de cosas que sólo él conocía y que jamás había hecho con nadie que no fuera él. Y viendo que eso no era suficiente, le pidió su número de teléfono y empezó a enviarle fotos mías. Fotos en las que yo estaba desnuda o de alguna parte de mi cuerpo; fotos que eran para él y que estaba compartiendo delante de mí.

El enfado inicial se transformaba en erotismo al ver cómo los dos se excitaban conmigo. Uno al compartirme y el otro al sentir que iba a caer rendida a sus pies sin apenas esfuerzo. Se limitaba a adular las fotos y me miraba tímidamente intentando confirmar que aquella era yo.

Yo estaba muy nerviosa y no sé cuántas veces repetí que no se hiciera ilusiones. Aquello era un juego nuevo y que no tenía yo seguridad de querer terminar. Pero daba igual, su pantalón ya estaba hasta mojado, algo que por otro lado me mojaba a mí y como mi pareja me conoce: me puso en evidencia.

— Está mojada, lo sé — comentó sin piedad — Tócala, compruébalo.

Yo no sabía qué hacer: si dejarme, si abofetear a uno o al otro, pero lo cierto es que cuanto más nerviosa me ponía, más me apetecía que todo aquello fuera realidad. Pero ¿allí?, ¿así?. Mi espíritu aventurero es alto, pero ¿¿tanto??, era algo que me estaba costando asimilar.

Le paré la mano en mi muslo y yo misma regalé a mi nuevo amigo el sabor de mi sexo, pero desde mis dedos. Al tocar sus labios, mi pareja no pudo evitar gemir, como si le hubiera tocado a él. Le miré fijamente a los ojos y me dijo “gracias, eres lo mejor de este mundo, no pares por favor”. Esa frase la tengo aún grabada en mi mente, porque me hizo levantar de la mesa ante la atónita mirada de los dos y con los dos atontados les dije:

— Vámonos, creo que necesitamos algo más privado.

No sé cuál de los dos abrió más los ojos, pero yo me sentí poderosa. Por primera vez en mi vida estaba haciendo algo así y con ganas. Me acababa de liberar de todos esos prejuicios morales y toda mi educación sexual y sólo tenía en mente lo que quería hacer.

Al llegar al coche, le dije a mi pareja que condujese y al corneador (que así se llaman) que subiera conmigo atrás mientras mi pareja conducía. Y sólo una condición: si decía PARA, el pararía y me daba igual que estuviera a punto de correrse. Si lo decía debería parar y lo mismo a mi pareja, que si escuchaba esa palabra el juego finalizaba de golpe.

Los dos asintieron y en cuanto el coche arrancó, empecé a tocarle por encima del pantalón.

— ¿Qué quieres que haga? — me decía aquel conejillo de indias mientras no sabía si tocarme o no, si podía o no.

— Disfruta — contesté, intentemos olvidar los dos que nos están mirando y quizá nos divirtamos — vayamos poco a poco.

La sensación de sus manos acariciándome la cara fue la primera sensación extraña. No pude evitar mirar al retrovisor buscando la mirada que yo deseaba. Sentimientos opuestos cruzaban mi mente. Por un lado la sensación de una caricia desconocida de un chico guapo, por otro el deseo de excitar a ese espejo y por último las ganas de que soltase mi amor el volante y viniese a defender lo que otro hombre iba a poseer; algo que por cómo me miraba sabía ya que no ocurriría. Cerré los ojos y pensé en tocar a mi nuevo amante.

Metí mis manos bajo su camiseta. Su vientre estaba duro, de deportista y la idea de disfrutar de aquel cuerpo crecía. Si quería que esto funcionase, si quería de verdad tener la mente abierta, tenía que centrarme en las cosas que me tenían que gustar. Sin saber cómo, desperté un lado de mi consciencia que tenía apartado, enterrado por mis principios morales y que despertó de forma ansiosa.

Sé que arañé su pecho con mis uñas al decidirlo; que me lancé a desabrochar su cinturón y que empecé a gemir con sólo pensar en su polla dura. Empezaba a hacer algo que nunca había hecho, a comentar lo que deseaba para que se enterase mi conductor, mi perverso amor…

— Si, si… ummmm, quiero tu polla, quiero verla — decía entre gemidos mientras le desabrochaba torpemente — quiero chupártela y que se ponga muy dura, ¿la tienes grande?

El chico aún no podía ni hablar. Miraba para delante y a los lados del coche inquieto y sin entender tampoco mi repentino deseo. Mis inquietas manos buscaban su sexo y sus testículos y su deseo pasó a ser más intenso que su miedo. Levantó el culo y me ayudó a bajar sus pantalones y sus bóxer a la vez y liberando su polla para mí.

Me quedé quieta, con una mano rozando el tronco de aquella polla para mi desconocida. Preocupándome de si se vería mi cara y su polla por el retrovisor en vez de si estaría gozando este chico del que no sabía ni su nombre.

— Es bonita — dije en voz alta — y va a ser la primera polla que chupe para que la vea mi pareja en vez de para mí…

— Hazlo Nena!! — me animaron desde el asiento de delante.

Metí una mano bajo sus testículos, casi arañándole. Con la otra rodee su sexo, tomando el control de aquel chico. Empecé a moverle de arriba abajo mientras mi lengua empezaba a lamer el glande, la punta brillante y suave de aquella polla que compartía con mi hombre; con aquellos ojos que miraban más por el retrovisor que a la carretera.

Mi inexperto amante se limitaba a gemir cada vez que yo bajaba por el tronco de su polla y a cada bajada, más dentro de mi boca. Su sabor era diferente, su tacto, su tamaño, todo era diferente pero me gustaba. Me gustaba dominar a aquel chico mientras el mío no paraba de decir para si mismo… “joder, joder….”, como si no se creyese que su sueño se hubiera convertido en realidad.

En algún momento paró el coche para masturbarse, pero la verdad es que no me di cuenta hasta más tarde cuando al sentir que mi joven amante se iba a correr decidí que yo quería MÁS.

Levanté mi vestido un poco más y aparté mi tanga a un lado mientras le decía a mi amante que se pusiera más en el centro. Quería que desde delante se viera cómo su polla iba a entrar en mi jugoso coño. Aquellas palabras hicieron que los dos hombres empezasen a babear y yo me sentí la reina. Sentí que tenía el control de dos pollas mientras curiosamente sólo tocaba la que nunca había deseado.

Le puse a todo correr un preservativo y me senté a horcajadas sobre aquel chico que por fin se olvidó un poco de donde estaba. Bajo el vestido para liberar mi pecho. Me gustó la sensación de tener el vestido en mi vientre y coloqué su polla a las puertas de mi sexo.

Me sorprendió lo mojadísima que estaba. Toda la tarde me había estado negando un placer que salía sin control y aquello me empujó a bajar y clavarme sobre aquel joven amante que disfrutaba ya sin control también.

Su boca en mis tetas; sus manos dirigidas por las mías amasando mi culo;  mientras entre gemidos, intentando hacer participe de todo aquello a mi chico pedía lo más fuerte que podía que me azotase. Quería ser la más salvaje que nunca hubiera visto.

Mis manos se apoyaban en el techo del coche, con mi cuerpo algo incómodo pero saltando sobre aquella polla dura que me penetraba más allá de lo que yo había sentido hasta ahora.

— ¿Te gusta?, ¿Disfrutas al ver cómo follan a tu mujercita?, ¿Cómo chorreo?, ¿Te gusta ver cómo me corro con la polla de otro?

Sentí como respuesta la leche del que debía contestar sobre mi espalda y acto seguido contestó el otro con un Siiiii como si las preguntas fueran dirigidas a él. No pude evitar correrme al sentirles a los dos sucumbir a mí…

Y allí, los tres, sin apenas hablar entre nosotros y tras habernos corrido.

Me giré y besé a mi chico mientras aún sentía la polla del corneador dentro de mí. Agarré la polla que yo deseaba tener dentro y la moví entre mis manos. Aún no sé qué buscaba, pero necesitaba tocarle. Su beso era de lujuria, su beso era de amor, su beso era de satisfacción incondicional. Me di cuenta de que lejos de haberle dado de su propia medicina había caído yo en un mundo de disfrute diferente; en un mundo donde yo iba a disfrutar haciendo disfrutar a mi pareja de una forma que jamás había soñado y que ahora deseaba. 

¿Quieres  mas historias del mundo swinger?

No dejes de leernos:

https://unmundocasiperfecto.com/swinger/al-oido/