Allí estaba yo, con una extraña sensación de vacío, replanteándome demasiadas cosas de mi vida y con la sensación de no haber completado ninguna de las que me interesaban, con la mirada perdida en aquel atardecer rojo, con las manos apoyadas en aquella barandilla fría que me transmitía aún más soledad.
Mis amigas decía que era una crisis propia de nuestra edad, que todo vuelve a su ser, que sencillamente ya no eramos unas chiquillas, pero yo había cumplido los mismos trámites que ellas y no tenía la misma sensación, quería más…
Me sorprendió ese tirón del pelo, corto, fuerte, doblándome la cabeza hacia atrás, obligándome incluso a girar un poco la cabeza sin saber qué estaba pasando. Era él… hacía tanto tiempo que no lo veía que no sabía ni qué decir, pero ¿porqué me tiraba del pelo?
Lo cierto es que mi pensamiento no estaba en mi pelo, estaba en su cara, unos labios bien contorneados, un afeitado de hacía ya horas le llenaba de sombra la cara, los mismos ojos penetrantes que en su día me hicieron beber los vientos por él…
— Misma belleza que en aquellos días, pero más interesante esa mirada perdida… — me dijeron aquellos labios
Tardé en reaccionar
— Suelta mi pelo
— ¿seguro? — dijo aumentando un poco la intensidad lo suficiente como para hacerme morder el labio
Una mezcla de sentimientos me invadía, por un lado la sensación de vivir, por otro la punzada física del tirón, no dolía, pero se sentía. Por otro lado estaba la sensación del poder que le entregaba, un punto excitante que me lo robase, un punto demasiado atrevido tras todos estos años sin contacto, no sabía nada de mi y parecía no importarle, me tenía como si aún me estuviera descubriendo aquel mundo de sentidos que descubrí entre sus manos.
— ¡SUELTA! — mientras apartaba su mano con la mía sentí cómo soltaba y cómo se deslizaba su antebrazo por mi hombro. Parece mentira cómo aún me puede provocar tanto.
— pagaría por esos pensamientos — me dijo aún sin decirme ni un simple “hola”
— y perderías el dinero
— si realmente me contases lo que estabas pensando, tengo claro que sería poco cualquier cantidad que pidieras
— soy una mujer más madura que antes, llevo un anillo al dedo y tengo que luchar por mantener la figura que antes se conservaba sin esfuerzo, te aseguro que mis pensamientos no son precisamente valiosos.
— Bésame!!
Me giré con cara de “pero qué estás diciendo, no has oído nada?” y antes de poder reaccionar sentí cómo su brazo me rodeaba, cómo tiraba de mi con fuerza hacia él.
Como si de una película antigua se tratase, mi instintiva reacción de fuerza se transformó en segundos en seguridad, en comprensión, en DESEO. Esa seguridad que me mostraba no la sentía en mi vida. Esa sensación de poder dejarse llevar, de no pensar, de simplemente abandonarse al PLACER, al más oscuro placer.
Teletransportados a un lugar privado me despojó de la ropa mientras levantaba mis manos por encima de mi cabeza, sin dejarme bajarlas. Cogía lo que quería, aplastaba mi cuerpo contra la pared mientras yo dejaba que hiciera lo que quisiera. Sus movimientos eran una mezcla de pasión sin control y el control más absoluto, lento y a la vez impulsivo. Disfrutaba de mi cuerpo, de mi cuello, de mi pecho liberado y sin sujetador que le molestara, pellizcaba mis sensibles pezones para despertar mi mirada que volvía a cerrarse para sentirle disfrutar de mi.
Sus manos me recorrían agarrando mi carne, mi pecho, mi vientre, mi costado, todo era para él. Mi respiración, casi gemidos gritaba no pares sin pronunciar palabra y cuando sus manos bajaban más allá de la línea de la cintura, ese aliento se quedaba dentro de mi esperando que me bajase de golpe las braguitas y descubriese mi empapado y palpitante sexo.
Pero era lento, no quería anticipar nada, no quería acabar de golpe con todo, quería aumentar ese tiempo, quería jugar conmigo y con mi deseo de ser suya, quería pasar una y otra y otra vez por todo mi cuerpo y hacer que mis piernas temblaran cada vez que me acariciaba.
Cuando vi que se arrodillaba ante mi, cuando vi sus ojos clavados en mis negras braguitas de encaje, cuando sentí que me penetraba con la mirada solo pude decir: “por favor….”. Sentía cómo mi corazón se había situado justo ahí, justo delante de su mirada, bombeando placer en vez de sangre, endulzando mi piel, preparándola para ser devorada.
Colocó sus manos en mis caderas y bruscamente me giró para darme la vuelta, casi desestabilizándome. Ahora era mi culo el que estaba ante él. Sentí cómo inspiraba el olor de mi cuerpo excitado, y cerré de nuevo los ojos esperando gustarle, esperando su roce, pero lo que hizo fue desnudarme de golpe. Las braguitas en el suelo y sus manos abriendo mis piernas que obedecían cada mandato, cada caricia.
Mi sexo goteaba miel que a veces recogía con sus manos untando mi cuerpo de mi olor a necesidad de ser tomada, de ser amada, de ser invadida.
Sus dedos recorrían mi cuerpo jugando a colocarse entre los labios de mi sexo, humedeciéndolos para que luego recorrieran mi cuerpo. Entraban a veces unos centímetros para quitarme la respiración y luego me hacían entender que no, que volvía a ser ese perverso juego que me indicaba que nunca sabría cómo o cuando lo haría.
Mojaba también sus dedos en mi boca y de ahí, bien húmedos iban luego a la suya, o a mi sexo, o a mi culo con el que también jugaba mostrando su intención de no poner límites a ese juego.
Agarró mi pelo con más fuerza de lo que lo había hecho antes y con una facilidad que llama la atención me giró de nuevo y condujo mi cara hasta sus labios, dejando por primera vez que mi brazos se fundieran en un abrazo con su cuerpo mientras el esperado beso me hacía disfrutar de su ternura y su extraño amor. Fue un beso largo, de los de abrir y cerrar la boca, de los de entremezclar las lenguas dentro de mi boca y dentro de la suya, de los besos en los que se respira del otro, de los besos en los que estás desnuda aunque pudiera haber llevado ropa, que no era el caso. La mano que no agarraba mi pelo cogía mi cara acariciando mis mejillas, atrapándome el alma, mi pecho pegándose a su cuerpo, empujándole como si quisiera demostrarle que necesito más, que no quiero que esto acabe nunca.
— Desnúdame — ordenó cuando apenas volvía a abrir los ojos. Mi cabeza aún miraba al cielo, a sus labios
Sonreí mientras sentía relajarse la mano que aún sostenía mi voluntad a través de mi pelo. Me descubrí mordiendo mi labio inferior mientras mis manos entraban acariciando su pecho empujando la chaqueta hacia los hombros, desnudando el calor que desprendía.
La chaqueta se fue al suelo y apoyé mi mejilla en su pecho disfrutando de su calor corporal; su corazón latía rápido, excitado y sentí por un segundo que toda aquella fluía a toda velocidad para que yo disfrutase de aquel calor.
Con la sonrisa en mi cara y esa sensación de sentirse deseada, mis dedos empezaron a desabrochar aquella camisa, era suave y me iba permitiendo ver su pecho. Era un cuerpo masculino, fuerte, atlético sin pasarse, con vello negro recortado, masculino, deseable y que permitía a mis dedos recórrelo con el suave roce de mis uñas en actitud felina. El se dejaba acariciar mientras todo fuera lento, mientras me viera disfrutar del momento, mientras le mirase a la cara con placer y lujuria.
Con la camisa en el suelo mi mano empezó a buscar tu erecto sexo bajo el negro pantalón. Su forma, su fuerza, su calor, nada escapaba a mi deseo, pero el lo quería de otra forma y volvió a agarrar mi pelo para arrodillarme ante él.
La sensación era extraña porque cuando lo haces voluntariamente no piensas, pero cuando lo deseas hacer y a la vez te están obligando, te percatas de tu situación; la protesta no tiene sentido y a la vez da mucho más morbo, más placer sentir que estás excitando a ese hombre sin hacer nada y ese morbo de estar desnuda siendo manejada por un hombre que te tiene mojada, y cuando digo mojada, digo completamente mojada, deshaciéndome por dentro.
Todo el pensamiento vuela cuando desabrochas el pantalón y ves que nada se interpone entre tu boca y su piel, no hay bóxer ni nada, sólo placer ante ti. Miras hacia arriba y le ves mirándote, disfrutando de mi, de mi deseo de meter su sexo dentro de mi boca.
— Lame. Saca tu lengua y recorre toda la piel.
Esa orden entra en mi cabeza como si fuera mi pensamiento. Un pensamiento caliente que provoca un torrente en mi propio sexo incluso antes de que mis manos lo rocen, incluso antes de que mis labios saboreen el sabor del sexo.
— Lame. Saca tu lengua y recorre toda la piel. — repite
No me lo tiene que decir otra vez. Una de mis manos agarra aquella polla dura y sabrosa mientras mi lengua se dirige a la base de aquel fálico órgano masculino y erecto. La otra mano rodea sus delicados testículos con cariño, provocando su gemido.
El gemido entra en mi como si fuera un orgasmo, como si me hubieran dicho “no pares nunca” y de forma inconsciente empiezo a lamer su sexo con fuerza… mi mano sube y baja masturbando todo su cuerpo mientras mi vicio se desboca, mi boca se seca de tanto lamerle, de darle todo el placer que puedo, intenso, suave y fuerte a la vez, siento cómo su fuerza corre entre mis dedos a cada subida, a cada bajada, con cada gemido.
Y antes de que rompa su placer en mi boca vuelve a agarrarme el pelo para levantarme. Me levanto rápido para no sentir dolor y me encuentro con su lengua en mi boca, saboreando juntos el sabor del sexo. Mi mano sigue agarrada a su polla, no quiero soltarla aunque el beso me distrae los movimientos, no quiero soltarla.
De forma brusca me empuja dentro de la habitación obligándome a soltarle y a mirar hacia atrás para ver si me sigue, me mira el culo y eso me excita. Me lleva al lateral del sofá y me reclina. Mi sexo y mi culo están ante su desnudez y no duda ni un segundo en FOLLARME…
Su polla entra lubricada por mi saliva y mi miel sin ningún esfuerzo, y entra hasta el fondo de mi alma. Sin piedad, sin contemplaciones, me llena. GIMO sin poder evitarlo.
Siento que agarra mi pelo y mis caderas y tira de mi cada vez que me embiste… DIOS!!!... el placer me invade, me llena, me folla, me tiene, me posee. Lo puedo decir de mil formas pero cada vez que entra, lo hace más y más profundo, más y más rápido, más y más fuerte y no puedo expresar lo que me hace sentir… GIMO una y otra vez.
Mis piernas tiemblan y el sigue golpeando su cadera contra mi culo.
CHASSSSS!!!!! suena. Es un azote que me acaba de dar. Siento un latigazo de placer. Pienso en la marca de su mano roja sobre mi blanco culo mientras vuelvo a sentir cómo me llena mi cuerpo… GIMO… no puedo hacer otra cosa, no me salen las palabras mientras el me llama de todo, me dice mil cosas y yo las siento, pero entre gemidos sólo puedo sentir el increíble placer que me está dando.
Siento cómo mis piernas tiemblan mientras viene mi orgasmo. “YA” grito, “YA” repito, pero él no para, sigue azotando mi culo y follandome sin parar. Las fuerzas me fallan y al derrumbar mis brazos siento cómo vuelvo a correrme… “DIOS” grito, nunca había tenido dos orgasmos seguidos, de hecho nunca había dejado que me siguieran follando tras el primero y me lo estaba perdiendo. Es…. TAN INTENSO…
Segundos después noto cómo sale de mi y me arrodilla ante su polla. Está llena de mi, está rodeada de mi y sin darme tiempo a meterla en mi boca rompe sobre mi cara llenándome de su leche, intento saborearle, intento atrapar su vicio y saborearlo ante él, se que eso le hace disfrutar pero escucho:
— O vuelves a este mundo rápido o se va a dar cuenta de que esa cara de idiota significa algo
— ¿qué?
— que como no dejes de mirarle, no va a volver a hablarte, porque das un poco de miedo con esa mirada tan fija.
— No le estoy mirando de ninguna forma! — protesto mientras intento recomponer mi realidad
— Tu da gracias a que soy tu amiga y no tu marido, porque te aseguro que le estás desnudando, y no te lo tengo en cuenta, no te preocupes, lo cierto es que tiene su punto
— Déjate de tonterías… solo… — por un segundo flaqueo y confieso todo ante mi amiga —joder… solo me estaba follando como nunca me lo habían hecho, ¿por qué demonios sueño estas cosas despierta? ¿Qué me está pasando?
— Quizá este mal que te lo diga, Eva, pero creo que tienes que vivir un poco más, que tienes que abrir tu mente y darte cuenta de que existe en este mundo algo más que un polvo rápido los sábados
— Yo ya no se ni en qué día cae un sábado…
Las dos acabamos riéndonos de mi, pero ahora estoy sola aquí delante de mi Tablet, en camisón y con ganas de cerrar los ojos y volver a sentir esa extraña sensación…