Llevo años acostándome en esta cama, ha visto cómo de las mariposas que adornaban el mosquitero que me pusieron para que me creyese una princesa pasaban a ser trapos que acabaron en la papelera un mal día, ha visto mi primer amor y ha sentido el calor de aquellas primeras caricias que aunque patosas tenían más vida que muchas de las que después vivió. Ha visto cómo se manchaban las sabanas, primero conmigo, luego de mi, y recuerdo que también del semen de aquel chico que se corrió antes de empezar. Sonrío al recordar su cara asustada mirándome y pidiendo perdón por manchar la colcha.
Es una cama grande, enorme guarida cuando por la noche tenía miedo y escondite secreto cuando bajaba a explorar los deseos que sólo yo podía disfrutar. Con la sabana por encima y mis manos como instrumentos de tortura y placer, con ropa y sin ella. Es una cama que me ha visto llorar y empapar almohadas por amores que ahora ni siquiera pongo nombre, es una cama que me ha visto saltar y lluvia de plumas de viejos cojines. Es una cama que vale mil recuerdos.
Y ahora que le miro a él, le veo tumbado en ella, siguiendo esas tontas instrucciones de aquel juego que me llevó a desnudarlo, aún recuerdo la fuerza de su sexo en mis manos, no se qué latía más, si mi pecho o su excitación al intentar aguantar mis tímidos besos; siento el calor de su sexo en mis mejillas, como fuego encendido en la casi a oscuras habitación. Recuerdo llevarlo por mi pecho, tropezarme con mi pezón y sentir las punzadas de que aquel amor sería el definitivo.
Mil veces repetimos aquella escena. Casi todos los aniversarios de aquel día, aunque el final cambiase o mi ropa fuese más adelante mucho más atrevida. Menuda sensación sentir cómo penetraba en mi cuerpo, menuda sensación cuando descubría cada nueva forma de amar. Comerme a besos, lamer mi cuerpo, comer de el y comer en el. Todo sobre esa cama alta.
Y ¿las fotos? nunca una modelo posó tan atrevida ni tan atractiva como yo sobre ella, mi cuerpo deshacía su mirada, el flash disparaba fotos que luego veríamos mientras nos masturbábamos el uno al otro.
Los desayunos con la tostada en las sábanas y la mermelada tirada por todo mi cuerpo y su lengua intentando limpiarme el azúcar mientras yo vertía el café para que fuera directo a beberlo de mi sexo.
Esa cama vivió también el día en el que descubrimos el sexo anal, más excitada yo que él por investigar mis sentidos, y el día que descubrí el poder que me daba mostrar mi culo a partir de aquel día. Bastaba tumbarme sobre aquella cama, sin braguitas y con esas medias de ligueros para que pudiera hacer con el lo que quisiera, vendría a mi para follarme y sería yo quien le hiciese hacer lo que yo desease.
— ¿Señora? , ¿señora?
— ¿si? — la voz de aquel hombre interrumpio esos pensamientos que empapaban ya mi viejo cuerpo
— ¿está bien?
— Si, no se preocupe, pensamientos de una vieja — contesté mientras secaba la lágrima que discurría por mis mejillas
— La tengo que desmontar, no sale por la puerta
— Con cuidado por favor, es muy antigua
— Abuela, ¿estás segura de esto? — mi bonita nieta rodeaba mi viejo cuerpo
— Disfrútala, tesoro, es una buena cama. La encargó tu bisabuelo y ha vivido muchas aventuras
— Tu vida abuela, toda tu vida, y la del abuelo
— Mi vida en esa cama se acabó el día que el abuelo dejó de dormir en ella. Es una cama digna de amores y amantes, no de una vieja maquina de coser como yo.
— Siempre has sido una avanzada a tu tiempo abuela.
— Siempre he vivido mi vida, y nunca dejé de amar a tu abuelo, pero gracias a esa forma de pensar también hice que nunca el pudiera mirar a otro lado. Hemos sido los amantes más completos que conozco e incluso ahora sigo recordando su cuerpo en mis manos... jejejeje
— ¡¡ ABUELA !! — su sonrisa me dice que será feliz SIEMPRE!!