Aquel día nadie sabía que yo estaba más asustado que ellos. Mucho tiempo después y ya con la confianza y el compañerismo me confesaron que todos pensaban que era un hueso de los duros, que con mi fama daba miedo; ¿qué fama? pensaba yo, pero supongo que antes de hacer acto de presencia, mi jefe se habría encargado de meter algo de miedo.
Yo estaba claramente en pruebas y me lo habían dejado muy muy claro, era una apuesta. Aunque todos sabemos lo que era de verdad: Un curriculum por debajo de los contrincantes pero un sueldo muy muy por debajo del puesto... y eso merecía una prueba.
Con todo aquel nerviosismo, con mi mesa vacía y un suspiro como comienzo entró ella. Sonriente, con un montón de carpetas en los brazos aplastadas contra su cuerpo para evitar que se caigan y sin saber qué hacer con ellas. Al entrar de aquella forma entendió que venía a dejarme todo aquello en la mesa y que estaba a punto de hacer una entrada triunfal tirándolo todo al suelo.
— ¡Mierda!
— ¡Espera! — contesté a tan atropellado saludo mientras me levantaba a toda prisa para evitar el desastre.
Las carpetas empezaban a deslizarse hacia los laterales y la única forma de evitar aquello fue prácticamente rodearla por completo a ella. No lo pensé, sencillamente se puede decir que prácticamente la estaba abrazando. Durante poco más de un segundo nos quedamos paralizados los dos. Los ojos alineados a pocos centímetros y analizando la situación, un tanto comprometida, y sin habernos siquiera presentado.
No sin movimientos extraños y algo descoordinados nos agachamos sobre la mesa para soltar las carpetas. Su blusa estaba atrapada entre las carpetas y mi mano; fue inevitable que al dejar las carpetas un botón saltase sin apenas justificación. La blusa blanca se abría a escasos centímetros de mis labios y un colgante con dos bonitas piedras dejaba paso a un sujetador moderno de encaje, de esos que en según qué ocasiones se pueden enseñar. Su piel era blanca y bastó un segundo para que recordase la posición de algún lunar que aún ahora veo. El olor a un perfume suave y fresco se juntaban en mi mente con la visión de ese escote. Su pecho tenía ese tamaño que conjuga a la perfección tamaño y estabilidad o tersura, no sabría cómo definirlo, pero me quedé prendado de ese instante.
.... Hay mucho más que leer, el relato continua, pero NO ESTAS REGISTRADO o no te has identificado.
En este nuestro mundo hay relatos que son sólo para las personas que nos siguen de cerca, la que nos dan su correo. A cambio nosotros simplemente informamos de todo lo que sucede en nuestro mundo Casi Perfecto. Ese correo no se vende A NADIE, pertenece a este mundo de penumbra...
Nos sirve para controlar comentarios si alguien no es correcto y para enviar a ese correo noticias de las publicaciones o de cualquier avance que realicemos.
REGISTRATE, ES GRATIS:
o entra si ya estás registrado