Le miré, dormido como un niño y no pude evitar derramar una lágrima.
"Cuanto más te quiera más le dolerá" es la frase que daba vueltas a mi cabeza y recomendación de mi mejor amiga, esa que te mira desde el espejo cada mañana; pero la decisión es mía y yo se que si le pregunto cambiará su vida, la destrozará para estar conmigo si es necesario. ¿Cuanto más? ¿un año? ¿cinco?
Acaricié su tatuado cuerpo, algunos llevaban mi firma, otros mi nombre, la mayoría un trozo de mi alma. Recorrí con mis uñas negras sus hombros y su cuello. El abrió los ojos y sonrió. Cerré los míos para ocultar las lágrimas y le besé tan fuerte como pude.
Retiré mi camiseta dejando mi cuerpo vestido con mis calaveras y mis arboles, con las alas y mi libertad, dragón o caballeros sangrantes... qué más da. Le gusta sentirme libre, con mis alas negras y mi piel blanca como la muerte.
Su cuerpo despierta ante mis movimientos, necesito sentir su fuerza entrando en mi una vez más. Necesito fuerzas para hacerle daño y amarle hasta siempre. Necesito que recorra mi pecho con su boca y me haga sentir viva, guapa y guerrera. Necesito que su cuerpo se mueva dentro de mi.
Sus manos atraparon mis desnudas caderas golpeando mi culo, despertando mi sonrisa. Mi pensamiento se desvanecía. Mis afiladas uñas rascaban su pecho, duro como su alma. Necesito que siga asi.
Sin apenas pestañear eché mi cuerpo hacia atrás dejando ver mi piel completa, mi pelo negro caía sobre sus piernas y mi depilado sexo resbalaba sobre el suyo, acariciándome; una y otra vez con cada movimiento circular que yo daba.
Sus manos subían y bajaban intentando tocar mi pecho que bailaba conmigo. Levanté mi cuerpo para colocarme sobre el, sobre su sexo. Sobre su calor, sobre su fuego y dejar que el dragón se adueñase de mi devorando su sexo en mi interior. Un profundo dolor me hacía sentir viva. Cada caricia sabía a el, cada beso a sangre fruto de la pasión que me regalaba, cada embestida me hacía más reina del mundo, de mi mundo oscuro y gótico.
Sus gemidos se hacían más y más fuertes y sus manos se paralizaban preparándose inconscientemente para darme parte de su alma, la que yo me llevaría a lo más profundo de mi ser. Sentí su calor salir de su cuerpo y desbordar dentro del mío. No paré, aún no, me gusta ver cómo abre los ojos mientras yo sigo disfrutando de lo que queda en el.
Cogí su sexo en mis manos y lamiendo su cuerpo besé y comí hasta saciarme mientras me miraba.
— ¡ME MUERO! — le dije tumbándome sobre él
— eres increible mi amor — contestó
— No, no me entiendes, ¡ME MUERO!
Ya lo he dicho