Autoría:
Este texto nos lo ha enviado su autora Mari Ara para compartirlo también con nosotros.
Nos gusta su estilo y aquí lo compartimos con intención de repetir esta colaboración
Como curiosidad os diré que la foto es de la propia autora, algo que hace que esta publicación tenga incluso más intensidad
blog: de las tres la peor de Mari Ara
Relato erótico:
Los seres humanos tenemos extrañas actitudes, por lo menos me caracterizo por pertenecer a ese grupo.
Comemos tanto durante el otoño y el invierno, e incluso durante esa parte de la primavera en la que por estas tierras aún hace frío, que olvidamos que tarde o temprano llega el verano y cuando éste se hace sentir pretendemos contar con un cuerpo escultural.
Es así que año tras año, el mes preludio a la temporada estival, me someto a estrictas dietas acompañada de horas de caminata y tratamientos estéticos, pretendiendo ilusamente que obren milagros.
Actualmente ya voy por la segunda semana de dieta y acudo también a tratamiento; repito desde hace un par de años casi religiosamente al mismo spa, sé por experiencia propia que si hago bien las cosas mi cuerpo lucirá mucho mejor en un par de meses, creo que al verano llego. Me refiero al verano sin los nefastos flotadores.
Como otros tantos días llegué caminando y a tiempo, me disgusta la impuntualidad. Al ingresar a la impecable recepción sentí mis pulsaciones alteradas y un ligero calor en mis mejillas, producto de acelerar el paso en las últimas calles.
Sorprendéntemente había más gente de lo habitual, todas mujeres con tratamientos de depilación. Sisí con su escultural y pequeña figura enfundada en un pulcro pijama sanitario, me da la bienvenida, siempre me recibe con una amplia sonrisa, expresando felicidad al verme. Desconozco si es así solo conmigo o lo repite con cada uno de sus pacientes. Ingresé al gabinete habiendo pasado antes por baño.
Normalmente todo allí se repite sistemáticamente: mientras yo dejo mi mochila y mi campera sobre un taburete, desabrocho mi pantalón y me recuesto sobre la camilla, ella prepara los equipos para comenzar con su trabajo.
Pero en el instante en que me dispongo a dejar el morral, viene a mi mente un momento en el que hablamos de su tatuaje, aquel día Sisí bajó su pantalón hasta llegar a una de sus caderas y me lo mostró, jamás pude olvidar su piel, de hecho no recuerdo el tatuaje, pero sí recuerdo que más tarde me mostró la circunferencias de su perfecto pecho, con la intención de indicarme el lugar del próximo.
Mi pensamiento se cortó porque en ese momento debió ausentarse por unos segundos del gabinete. Tuve el tiempo necesario para pensar en cuanto me fascina su piel, sentí la imperiosa necesidad de recorrer suavemente con mis dedos, la corta extensión de su altura.
Tomándome el tiempo necesario para guardar en mi memoria táctil cada centímetro de ella. Irrumpió en el recinto pero su estridente y simpática voz no logró alejar de mi los pensamientos sobre su cuerpo.
Me di cuenta que aún tenía la campera puesta, en un acto arrebatado al darme cuenta de que mis pensamientos de habían dejado inmóvil me la quite y la deje caer sobre el taburete, Pero cuando me dispongo a desabrochar mi pantalón, la veo soltar su moño; su fino y largo cabello se deslizó sobre sus hombros y en un ademan por sujetarlo, tiró suavemente su cabeza hacia atrás. Pude ver su excitante cuello y sus labios esbozando una amplia sonrisa mientras sostenía el gancho que antes sujetaba su pelo.
Aun con el temor y más que eso, sintiendo el pudor que me provocó la situación, me acerqué y con mi mano izquierda sujete su cadera a la altura de sus perfectos y duros muslos, lo hice suavemente, como si se tratará de un jarrón del material más frágil existente en este mundo.
Valiéndome de la mano derecha, con el dedo índice y medio comencé a recorrer su garganta, evité mirar a sus ojos, temí al rechazo.
Sisí no emitió palabra ni gesto alguno, solo atino a deslizar su cabeza hacia atrás e inspiró profundamente, mis dedos pudieron sentirlo.
Nunca la miré a sus ojos, no quería encontrarme con ellos, no quería despertar a la realidad del momento.
Rodeé su contorneada cintura y la guié hacia la camilla, mi corazón parecía escapar de la boca, latía irracionalmente. Mientras, ella en suaves movimientos se recostó, acto que me tranquilizó.
Una vez Sisí en la camilla y conmigo de pié a su lado, ubique mis dedos sobre el sensual hueco de su cuello y los deslice hacia el escote del pijama, lo desabroche, dejando correr el cierre. Y seguí camino sin reparar en sus turgentes pechos, ahora excitados. Su abdomen se estremeció como respuesta a mis caricias .
Sólo pensaba en recorrer la extensión de su cuerpo, robar por completo la suavidad de su piel. Llevarme el perturbador aroma de su cuerpo erotizado.
Cuando llegue a la cintura elástica del pantalón, pude observar su tersa piel totalmente erizada, lo bajé y en un pícaro acto, con este arrastré sus pequeñas braguitas.
Me tomé tiempo para recorrer sus caderas y sus torneadas piernas, le quité sus zapatillas y sus pequeños y prolijos pies invitaban a besar cada uno de sus dedos de uñas pintadas color carmín.
Desde allí me detuve y pude observar la extensión de su bello cuerpo, sólo acariciaba sus pies, mientras mis ojos recorrían sus piernas, la escultura de sus caderas, su precioso pubis, el cual provocaba los deseos más oscuros, mi boca se humedecía al imaginarse jugando dentro de él, una pequeña cintura la cual llevaba a la gloria de sus grandes pechos.
Así la recuerdo, arrojada al abismo de mi pasión, de mi lujurioso deseo, de mis manos recorriendo su cuerpo y robando su deseo.
Nunca perdí de vista su pubis, pequeño, totalmente depilado, una imperceptible línea lo surcaba, de pronto sentí la necesidad de tenerlo en mi boca, podía sentir su exuberante aroma.
No quería hacerlo, mis prejuicios lo impedían, aunque mi deseo pedía a gritos sentir su sabor. Sentí hambre, sed, necesidad de sus jugos en mi boca.
Sisí se contorneaba sutilmente y de vez en cuando emitía un suave gemido, mezcla de suspiro. Regresé por el camino de sus bellas piernas mientras trataba de decidir sobre si hacía caso a mis deseos o bien optaba por mis prejuicios.
Llegué al tan deseado pubis, pasé la palma de mi mano sobre él, creo que en ese momento decidí por mis prejuicios, sentí su arrebatador aroma, y pude ver cómo abrió sus piernas dejando expuesto lo excitado de sus ser. Su rosada piel totalmente húmeda invitaba a la lujuria de mis labios saboreando su néctar. Y yo con hambre atrasado.
La tomé por sus pequeños tobillos, la acerqué al extremo de la camilla, deslicé gracias a la humedad de su sexo dos de mis dedos en su clítoris totalmente estimulado, rígido, turgente frente a mí.
Mis dedos iban y venían desde el clítoris al cual rodeaban y acariciaban suavemente, hacia su culo. Extendí la mano izquierda hacia su pecho y allí estaba su duro pezón esperando mis caricias.
Mientras con la mano derecha recorría su pubis, ella estaba totalmente entregada, dejaba paso a todo, con la mano izquierda tocaba sus enormes tetas, pude sentir cuan agitada estaba.
Sin dudarlo, deslicé uno de mis dedos dentro de su cola culo y hundí mi boca en su sexo.
Mi lengua se alargó para andar por lugares que jamás había recorrido, lo hacía de manera instintiva. Sentí un reprimido gemir salir de sus labios.
Cuando dos de mis dedos recorrieron el interior de su húmedo ser, lograron tocar el punto que la enloqueció, se sentía como un terso y delicado túnel hasta que uno de mis dedos dio con una protuberancia, como un pequeño botón que al tacto hacia estremecer y abrirse aún más a la portadora, Sisí en atrevidos movimientos intentaba que mis dedos la penetrasen aún más.
Mis labios y lengua jugaban con su clítoris, este se agrandaba dentro de mi boca, ella se contorneaba frenéticamente, yo me deleitaba con su sabor y aroma de hembra en celo.
Mis dedos iban y venían sin salir de ella, asegurándome su extenso placer, mi lengua recorría su culo que pedía algo más que eso. Y mis labios tomaban su clítoris, suavemente, segura de lo que hacía, le daba pequeños y fuertes chupones. Estos sonaban en la sala aún más que sus constantes gemidos.
Mis dedos salieron del placentero túnel del placer y los introduje en su culo, traté de suplir la ausencia de éstos con mi lengua y luego abandoné las caricias de su abdomen y pechos, para introducir tres de los dedos dentro de ella, se estremeció, se movía, agitaba su cuerpo como poseída y se aferraba a la camilla, pude sentir correr por mi boca el jugo embriagante de su ser.
La exprimí.
Relajó por completo sus músculos, mi mano apoyada en su pubis podía sentir el latir de su clítoris, tanto como latía su pecho.
Me atreví a mirar sus ojos y ella sólo sonrió, la tomé de sus manos y la ayudé a sentarse, quedó allí desnuda frente a mí, aún agitada. Por mi boca corría parte de ella, pasó su mano limpiándome y se la llevó a la suya.
Entonces dijo “nunca antes había acabado tan rico” a lo que agregó “por lo visto sólo otra mujer sabe cómo hacerlo, ¿no?”
Como respuesta bajé la mirada y sonreí.
Cuando salí de la sala ya nadie quedaba, y así reaccioné, me cuestioné internamente “ ¿se habrán dado cuenta de lo que sucedía allí dentro?”
Nos despedimos, habiendo antes concertado la próxima cita, comprometiéndonos a cumplir con el tratamiento.
Luego como otras tantas veces, ella me pidió con su simpática voz “Mari, por favor trame uno de tus relatos, necesito leerlos”
Volví a casa, mientras cocinaba esperando a mi marido, recordé cada minuto vivido, cada centímetro de piel recorrida. El sabor de Sisí corriendo por mi boca.
Un prejuicio roto y otra experiencia vivida.
Jamás volví a sentir el sabor de su excitación saciando mi sed.
El lunes siguiente allí estaba, saludando a Sisí y dejando en sus manos uno de mis relatos, que ahora es “nuestro relato”.