— ¿te suena un pago de 83 euros la semana pasada?
— ¿el martes?
— si
— Si, es mío. ¿pasa algo?
— No, tranquila. Es que revisaba las cuentas del banco y he visto un cargo con la tarjeta de débito. Me extraño que no lo hicieras con la de crédito, esta no la usas nunca y pensé que podría haber un error.
— Es cierto, algo pasaba con la tarjeta que no pasaba y probé con esa.
— Vale, vale, sólo me pareció raro
Unos minutos después bajaba por las escaleras, el golpeteo de los tacones anunciaban su entrada.
— Necesito tu ayuda
Bajaba por la escalera subida a unos zapatos de tacón blanco, dignos de una novia a punto de casarse: nuevos, brillantes.
— y ¿para que me quiere usted? — contesté con picardía al ver que sus manos empezaban a desabrochar la camisa desde los botones más bajos.
— Pues — empezó a decir lentamente al detenerse unos 3 metros delante de mi — necesito convencer a mi pareja que unos zapatos nuevos...
— ¿son una inversión?
— si, algo asi.
— es complicado
Levantó su mirada sonriendo, segura de que no sería tan complicado. Yo me recliné en el sillón del escritorio, dispuesto a ver qué tenía pensado exponer
— pues por eso necesito explicárselo y usted, creo que tiene una mente muy parecida a él, asi que he pensado que si le cuento mis argumentos, me podría decir si le parecen convincentes
— ¿desde un punto de vista de inversión?
— Claro, usted es el economista de la empresa ¿no es así?
— si, pero no creo que lo consiga. No desde ese punto de vista.
— No me subestime mi querido amigo. Unos zapatos como estos tienen mucho más de lo que usted imagina y hay que ser más inteligente y abierto de lo que un hombre común es, no me decepcione
— Abierto estoy a la explicación
— En primer lugar, quiero que se fije en los zapatos, amigo mío — mientras terminaba de desabrochar la camisa
El objetivo era complejo, ya que se apreciaba cómo el pecho, sin marca alguna de sujetador asomaba ligeramente entre la tela de la blusa
— Elegantes — dije para poder volver a centrarme en lo que me apetecía más.
— No sabe mirar, amigo mío
— Se mirar, pero no quiero mirar a los zapatos.
— Y ¿dónde mira usted?
— A su cuerpo
— y ¿qué hay distinto?
— una blusa desabrochada, un pecho casi al descubierto, unos dedos juguetones en un escote que llega al ombligo.
— ¿y no ve el primer ahorro?
— pues no.
— Pues es sencillo, cuando una mujer se siente guapa, poderosa sobre unos tacones, no necesita un sujetador para lucirse. Me ahorré comprar más lencería.
— Como contable aceptaría un sujetador, la lencería ya es un lujo
— ummm, me defrauda usted señor economista, pero aceptaré sus condiciones, descontaremos sólo 15€?
— Me fiaré, la verdad es que no se el precio de un sujetador normal, pero si que haría un comentario más si fuese su pareja
— ¿cual?
— sería algo incrédulo sobre el uso del sujetador. Se de la existencia de sostenes que se soportan sin conexión en el canalillo, quizá esté empleando usted algo que tenga un coste
— Me ofende, no cree que mis senos se soporten sólos?
— Lo siento, la ciencia es la ciencia, me temo que debería quitarse la blusa por completo
La prenda cayó al suelo
— ¿mejor asi?
— mejor, nos faltan al menos 68 €
Intentaba parecer sereno, pero la postura de su cuerpo, su pecho desnudo ante mi, la actitud desafiante y el rol de desconocido seductor seducido hacía que mi sexo luchase ya por salir y como me conoce, sintió el irrefrenable impulso de acercarse a sentirme
— ¿puedo acercarme un segundo a comprobar una cosa?
— claro
Se acercó hasta donde estaba sentado, de pie a escasos centímetros provocando mis ganas de lanzarme sobre su vientre que desafiaba a mi boca. Se agachó sobre sus tacones y se quedó unos segundos ante mi abultado pantalón. Puso una mano sobre mi sexo y luego reclino su cara sobre el muslo, dejando la punta de mi sexo delante de sus ojos. Su mano se movía sutilmente marcando mi forma. En silencio un rato hasta que dijo:
— ¿usted cree que mi pareja sentirá lo mismo?
— la confianza supongo que hará que desee incluso más que yo el que acaricie directamente la piel
— ¿cree que deberíamos comprobar la diferencia de sentimientos con ropa o sin ella?
— sería conveniente.
Sin que llegase a terminar la frase ya estaba desabrochando mi pantalón, tocando mi sexo, disfrutando de mi cuerpo como yo de sus atenciones:
Las rojas uñas de sus dedos tocaban la cabeza de mi sexo, lentamente mientras sus ojos pasaban una y otra vez de mirarme a los ojos a mirar mi excitado miembro. Las sensaciones aumentaban con el contraste de la suavidad del dedo y el arañazo de la uña y según bajaba la mano por el cuerpo de mi sexo, más se acercaba su boca a mi, hasta delicadamente apoyarla en sus labios, como si fuera a darme un simple beso, pero sin hacerlo, simplemente dejando que los movimientos espasmódicos que me provocaba golpearan su labio inferior haciendo que las primeras gotas de mi excitación mojaran su boca, cuando su mano llegó a la base de mi pene, recogió mis testículos en su fría mano y abrió su caliente boca para meterme dentro de ella. Su otra mano ascendía por mi pecho ajena a si la camisa estaba aún abrochada o no. Su lengua giraba sobre la cabeza de mi sexo dibujando en su mente mi forma, esculpiéndola mientras su mano sutilmente me apretaba haciéndola sentir que tenía mi cuerpo en sus manos.

— ¿se nota la diferencia? — dijo tras un par de movimientos más
— si, es bastante más intensa, aunque no se qué tienen que ver aquí los zapatos
— no es lo mismo agacharse sobre los tacones, que arrodillarse y así estoy mucho más ágil, mire
En un rápido movimiento se puso de pie mientras giraba, de forma que puso su culo justo a la altura de mi boca. Agacho su cuerpo y subió la falda descubriendo su empapado sexo
— si que parece ágil, y son movimientos que me gustan, pero económicamente no creo que pueda dar un valor a la agilidad
— no se preocupe por eso ahora mismo, estoy pensando en las posibilidades que aún quedan, pero no quiero aburrirle con mis pensamientos, entreténgase haciendo lo que usted quiera mientras yo pienso
Su cuerpo goteaba miel y sólo acercarme, sólo sentir el calor de mis besos casi rozando tu cuerpo provocaba sus gemidos y esos gemidos las ganas de comerme su cuerpo entero.
Atrapé sus caderas con mis manos empujando su sexo contra mi boca y no dudé en lamer su sexo, en recorrer la suave piel que recubre a una mujer en esta zona hasta encontrar la dureza de su clitoris. Cuanto más succionaba, cuanto más la mordía más gemía y sus piernas temblaban sin poder apenas mantener la posición. No quería dejar de besarla, de introducir mi lengua dentro de su cuerpo, quería que su placer no la dejase pensar, quería sentir cómo se corría en mi boca y seguir luego torturándola de placer, pero sabía que el juego estaba empezando aún y debía mantener mi papel frío incluso comiéndola. Me retiré suavemente, mientras seguía mirándola, no podía evitar que mis manos siguieran jugando con mi sexo
— Creo que debería desnudarse del todo — terminé diciendo
— Ya?
— es que creo que no me ha justificado correctamente el pago de los zapatos y su pareja le dirá que va a tener que pagar por ello...
— ¿y eso que tiene que ver con que me desnude ahora?
— quizá yo pueda ayudarle
— ¿cómo?
— teniendo en cuenta que le faltan por justificar 68 euros, creo que lo más justo va a ser que yo le reembolse ese dinero y se lo podrá entregar luego a su pareja, pero tendrá que conseguir ese dinero
— y ¿cómo?
— por lo pronto, creo que puede empeñar conmigo su ropa y para recuperarla, deberá trabajar para mi, personalmente, como mi asistente, y empecemos por un café.
